sábado, 26 de junio de 2010

“Género y Parentesco Reconsiderados: Hacia un Análisis Unificado”

YANAGISAKO, Sylvia y COLLIER, Jane.

El objetivo de este artículo según sus autoras es revitalizar los estudios sobre el parentesco y situar los estudios sobre género en el centro teorético de la Antropología, cuestionando los límites entre estos dos campos. Además pretender desafiar el punto de vista que distingue parentesco y género, esperando –en sus palabras- renovar la promesa intelectual de los mismos, como así también reconstruirlos como totalidad.


En primer lugar hacen referencia a los estudios del parentesco, señalando que durante las pasadas dos décadas, éste dejó su posición central como foco de las etnografías y como sitio privilegiado para el debate teórico acerca de las características de la estructura social. Recientes revisiones y comentarios sobre teoría en Antropología dicen ellas que aclaran de qué manera los estudios de parentesco dejaron de generar tanto las controversias, como la innovación conceptual que tuvieron durante la primera mitad del siglo XX. Ellas señalan que ni las etnografías ni los estudios comparativos se concentran actualmente en lo que se consideraba las bases fundamentales del parentesco. En retrospectiva resaltan que la declinante importancia teórica de los estudios de parentesco fue anunciada en las décadas de 1960 y 1970 por varios intentos realizados para repensar sus conceptos centrales y métodos; intentos que señalan fueron sintomáticos de la erosión general de la fe en el modelo estructural-funcional de la sociedad. Ellas mencionan que la crítica de posguerra hacia el paradigma estructural-funcional, socavó la confianza en la noción según la cual en todas partes, el parentesco constituía un dominio de relaciones rápidamente accesible para cualquier etnógrafo equipado con un mapa genealógico.

Haciendo una breve reseña histórica ellas señalan que la discusión puntual del parentesco como un campo de análisis discreto (Schneider 1976, 1984), dominó un período de creciente escepticismo acerca del modelo institucional de sociedad que el estructural funcionalismo había provisto. A medida que se iban dando cuenta que no se podía seguir suponiendo que en cada sociedad existe una esfera de lo político que provee autoridad y el ejercicio ordenador del poder y la coerción, también se logró ver que no se podía sostener una esfera del parentesco proveedora de un sistema de derechos y deberes para la ordenada reproducción de la vida humana.

Ambas autoras demuestran que recientes análisis del parentesco, que han conservado su vitalidad conceptual y que han realizado contribuciones innovadoras a la discusión teórica en Antropología, no focalizaron el parentesco per se, sino como un aspecto de la economía política o como un aspecto del amplio sistema de desigualdad en el cual el género constituye una dimensión clave. Ellas antes que aceptar sin cuestionamientos los límites analíticos convencionales, al realizar este artículo se han preguntado de qué manera se puede ampliar nuestra comprensión ignorando la línea divisoria entre género y parentesco.

En otro orden de ideas, ella dice que con el resurgimiento de los movimientos de mujeres en la década de 1960, las antropólogas feministas se volcaron hacia los estudios de parentesco en busca de herramientas para entender el lugar de las mujeres y sus posibilidades y a raíz que las académicas feministas cambiaron su orientación centrada inicialmente en comprender la posición de las mujeres, hacia la tarea de mapear las variaciones en los roles y experiencias de las mujeres –y así entender la construcción del género en sistemas sociales específicos- se comenzó a cuestionar los principales supuestos de la teoría del parentesco. Ella dicen que las antropólogas feministas pronto comenzaron a cuestionar la presunción acerca de una esfera doméstica organizada mediante constricciones afectivas y morales del vínculo madre/hijo, a las cuales otras funciones, -económica, política e ideológica- deben agregarse sin cambiar su rol primario y “natural” de reproducción humana(según las teorías en discusión de la época). Debido a su interés en las variaciones sobre las concepciones del género, las estrategias de las mujeres y el poder de las mismas, las feministas comenzaron a relacionar diferencias observadas en experiencias femeninas en diferentes formas de organización económica, política y cultural; cuestionando de este modo: 1) la aparente naturalidad de la díada madre/hijo y 2) la relación entre la supuesta “autoridad” masculina y la actual dinámica de poder y privilegio en sistemas sociales particulares. Estas autoras señalan que no sólo ellas se cuestionaron los principios del parentesco aceptados también lo hicieron la teoría de Goody sobre la evolución del ámbito doméstico; Bourdieu al rechazar las formalistas “reglas matrimoniales” de Lévi-Strauss y el análisis cultural del parentesco de Schneider (1968, 1972).

Una de las tesis principales de estas autoras es que a la luz del desafío feminista a la teoría del parentesco, parece haber llegado el tiempo de que los teóricos del parentesco busquen en los estudios de género herramientas para reconsiderar sus análisis, ya que como lo han demostrado las feministas, ya no es adecuado considerar a las mujeres como quienes traen al parentesco principalmente su capacidad de tener niños, mientras que los hombres aportan principalmente su capacidad para participar en la vida pública. Ellas no están de acuerdo con la simple utilización de los estudios de género para comprender las preocupaciones tradicionales de los teóricos del parentesco y en cambio dicen que sostienen que género y parentesco se construyen mutuamente.

Posteriormente ellas hablan del género los factores y hechos biológicos de la reproducción sexual donde utilizan las investigaciones y tesis de Schneider para construir su camino argumentativo. Una de las principales tesis que se deriva de ambos subtítulos es que al igual que los teóricos del parentesco, los analistas de género han supuesto que hay consecuencias sociales específicas que se derivan necesariamente de las diferencias entre hombres y mujeres. Ellas ponen como ejemplo, el supuesto que se da de que las mujeres llevan la mayor carga y responsabilidad en la reproducción humana; para ellas esta noción invade los estudios de género, en particular aquellos trabajos que utilizan una distinción entre producción / reproducción. Sin embargo para ellas esta noción con frecuencia parece ser más una extensión metafórica del énfasis en el hecho de que las mujeres se embarazan de los niños que una conclusión basada en la comparación sistemática de la contribución de hombres y mujeres a la reproducción humana. En otras palabras, el hecho de que las mujeres se embaracen y los hombres no, es interpretada como creadora de una relación universal de reproducción humana.

Para estas autoras el intento de separar el estudio de las categorías de género de los hechos biológicos a los que se considera que están conectadas universalmente, refleja el intento de los teóricos del parentesco -reseñado por Schneider en 1984- de separar el estudio del parentesco de los mismos hechos biológicos. Para ellas este intento está destinado al fracaso, porque comienza a partir de una definición de su tema de base que está anclada en estos factores biológicos. Para ellas es imposible saber qué significaría el género o el parentesco si hubiera que desconectarlos completamente del sexo y la reproducción biológica. Ella dicen que no les ha quedado más elección que iniciar su propia investigación acerca de los otros con sus propios conceptos; sin dejar de poner en relieve los supuestos culturales que están engarzados con ellos, y que han limitado su capacidad de comprender los sistemas sociales conformados por otras creencias culturales.

Para Sylvia y Jane los estudios de género y parentesco construyen sus explicaciones acerca de los derechos y obligaciones sociales y las relaciones de igualdad y desigualdad entre la gente sobre características presumiblemente naturales, ambos basan la legitimidad de sus inicios en nociones acerca de las mismas diferencias naturales entre la gente, por lo que en consecuencia, lo que se ha conceptualizado como dos campos de estudio discretos, aunque interconectados, constituye un único campo.

La segunda parte de este articulo lo titulan “trascendiendo las dicotomías: el foco puesto en los conjuntos sociales”. Ellas comienzan señalando que comprender el modelo folk de la reproducción humana que subyace a las categorías y dicotomías analíticas que han dominado tanto los estudios de género como de parentesco, es el primer paso para trascenderlas y luego hay que separarse de las dicotomías poniendo el foco en los conjuntos sociales. Ellas proponen un marco de análisis; primero parten de la premisa de que no hay “hechos”, biológicos o materiales, que tienen consecuencias sociales y significados culturales en sí mismos y acerca de los mismos, para ellas las consecuencias y significados de la fuerza son construidos socialmente, como lo son los de los medios de producción o los recursos de los que depende la vida de la gente. Del mismo modo también rechazan las dicotomías analíticas y antes que dar por hecho que las sociedades están constituidas por dominios institucionales explicables funcionalmente, proponemos investigar los procesos sociales y simbólicos por los cuales las acciones humanas dentro de mundos sociales particulares vienen a tener consecuencias y significados, incluyendo su aparente organización en dominios sociales que parecen ser “naturales”.

Ellas Parten de la premisa de que los sistemas sociales son, por definición, sistemas de desigualdad, lo cual ellas dicen las fuerzan a especificar qué entienden en cada caso particular por desigualdad. Es decir, en lugar de preguntar cómo las diferencias “naturales” adquieren significados culturales y consecuencias sociales, se preguntan por qué algunos atributos y características de la gente se reconocen y evalúan diferencialmente, cosa que no sucede en otros casos. Esto requiere que su análisis comience interrogándose ¿qué son los valores culturales de una sociedad? Y ¿qué procesos sociales organizan la distribución de prestigio, poder y privilegio? A partir de esta premisa proponen un programa analítico con tres facetas, las cuales están ordenadas siguiendo el orden que consideran debe seguir cualquier análisis en particular, y sin presuponer su importancia teórica. Estas tres son:

1) El análisis cultural del significado, es decir un análisis de los sistemas culturales de significados.

2) La construcción de modelos sistémicos de desigualdad de un tipo particular.

3) Un análisis histórico, ellas dicen que el cambio es posible en todos los sistemas sociales más allá de su configuración particular de desigualdad.

bibliografía
YANAGISAKO, Sylvia y COLLIER, Jane. “Género y Parentesco Reconsiderados: Hacia un Análisis Unificado”.

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